Por dónde comenzar... quedé atrapada, atropellada con tanta emoción, anonadada por el asco y el deseo al mismo tiempo, y eso solo son los adjetivos que comienzan con a.
Me sorprende la manera de enhebrar esta historia a cuatro voces, voces perfectamente distingibles que no se pueden confundir, por que además están escritas en cuatro distintos géneros narrativos, poesía/cuento, autobiografía, narración pura, y por último novela epistolar. La conjugación de las cuatro voces también juega con los tiempos, a pesar de estar desfasados, el lector no llega a confundirse, más bien se va formando una idea más completa, más redonda de la historia, una historia, como deben ser todas las historias, multidimensional. El lenguaje trasporta, hace visualizar al personaje, lo escuchas, hasta le hueles el aliento. Se nota que el autor es guionista ya que la narración es muy visual, y la acción es constante, con unos respiros recreativos dados por los escritos de los presos (muy reales, bien logrados) y el bagaje epistolar.
Algunos podrán decir que los personajes no son reales, que la historia es imposible, pero eso realmente es lo de menos en una novela, lo importante es que meta al lector en la irrealidad y simplemente le haga vivirla olvidándose de cuestionamientos, aceptando sus propuestas y jugando bajo sus reglas, he ahí el contrato implícito entre autor y lector... ¿quieres entrar en mi mundo?
Si bien debo decir que me encantó leer esta novela, que desde el primer capítulo viví en un climax constante, debo decir que el final me decepcionó, rompí el contrato, para mí el único final de esta historia debió haber sido...