Señor, me piden que conteste una carta que has enviado para mi; pero debo ser sincera, no te veo en esa esquela, aunque reconozco que es escrita con mucho cariño y con el deseo de acercarme a Ti, lastimosamente no siento que seas Tú el que se dirige hacia mí a través de ella.
En la carta se dicen muchas verdades, habla de tu amor inmenso, de todo las cosas maravillosas que has creado para mi, dice que me esperas, que me conoces y que te dueles por mi.
También la carta trata sobre mi falta de fe, de piedad, habla de tantas veces en que me he olvidado de darte gracias por un nuevo día; en muchas ocasiones no te he dedicado mis alegrías y he dejado a un lado tu ayuda en mis penas, en eso, Señor mío, la carta tiene mucha razón.
Pero no te siento en esa carta porque el tono que utiliza es un tono muy lastimero, de persona que ruega amor, mendiga afecto, alguien que se cree víctima, víctima mía y de mis defectos. Y yo Señor que creo en Ti profundamente no te veo así, no te siento así, Tú eres un triunfador, Tú le ganaste a la muerte, te sacrificaste por mi, pero resucitaste también por mi, me demostraste que a pesar de mis errores puedo acceder a Ti, que Tú me amas a pesar de todo y que siempre que estoy alejado y poco digno de tu compañía “una palabra tuya bastará para sanarme”.
No creo que Tú uses chantajes emocionales para atraerme a tu lado, no creo que quieras que yo me acerque a tu inmensidad solo por vergüenza o por pena.
Tú me amas completa y totalmente Señor, y creo que quieres a tu lado seres audaces, alegres, listos para vivir, que tomen a la vida no como un sacrificio, sino como un reto. Porque eso, un reto, es lo que nos has regalado cuando nos diste la vida, nos diste talentos que tenemos que producir, enseñanzas por aprender, vidas por enriquecer con experiencias.
No me gusta cuando tratan de pintarte como un ser adolorido, triste y taciturno, que mendiga amor del ser humano, cuando nosotros somos los primeros favorecidos al acercarnos si quiera un poco a Ti.
Cuando te sacrificaste lo hiciste con valentía, con amor, con pasión. Y nosotros te debemos lo mismo, valentía, amor, pasión por vivir bajo tus enseñanzas.
Cuando me alejo de Ti, cuando me desvío del camino, no pienso que me esperas en un rincón llorando por mi, pienso que Tú sigues caminando en la luz, y soy yo la que tengo que volver rápidamente para no perder un minuto más sin Ti; Tú me recibes con una sonrisa, un abrazo y me preguntas si he aprendido algo… yo respondo que sí, que aprendí que no puedo estar sin Ti.
Por eso Señor no te contesto en esa carta, contesto a quien la escribió: Gracias por escribirme, gracias por intentar acercarte a mi corazón, talvez funcione con otras personas más sentimentales, y sientan verdaderamente que Cristo les llama a través de esas palabras. Tus buenas intenciones me llenan de alegría.
Saludos,
María Mercedes Baca
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