martes, 21 de abril de 2020

LAOCOONTE

Esa tarde Gerardo Villalba se sentó frente a la computadora, trató de aflojarse la corbata, pero no logró sentir alivio, todavía le faltaba el aire.  Mirando a los números en la pantalla sabía que tenía que decir algo, pero las palabras estaban atoradas, justo ahí en donde la corbata le apretaba.

Su hijo mayor, Pablo, había egresado de la universidad hace ya seis meses; pero no encontraba trabajo, todavía vivía y comía bajo su techo.  La única esperanza era el doctor Jorge Vinuesa, subgerente de proyectos, él dijo que iba a recomendar a Pablo como asistente en la oficina de recursos humanos; pero ahora… 

¡Maldita corbata que le apretaba!

David su hijo menor todavía estaba en el colegio, era una suerte haber encontrado cupo en esa institución tan prestigiosa, todo fue gracias a que el doctor Vinuesa lo había patrocinado. ¿Qué sería de la educación del chico ahora?… 

Tragó en seco, se llevó la mano al cuello y con el dedo haló la corbata que le seguía oprimiendo, no lograba soltarla.

Lo cierto es que Gerardo se sentía asfixiado…  Ahora lo veía todo claro; ¿porqué el doctor Jorge Vinuesa, un ejecutivo de éxito en la empresa iba a socializar con un tinterillo de contabilidad como él? 

Tantos favores del doctor solo lo habían complicado todo, envolviéndolo y coartando todos su movimientos; ahora Vinuesa esperaba su silencio.  Para colmo esa maldita corbata fue también su regalo. 

Miró otra vez a la pantalla, se concentró en los números, estaban tan claros, no tenía otra salida. 

Sintió que la corbata le pesaba, le acorralaba, sus extremos le jalaban, la seda fría envolvía sus brazos, se deslizaba hacía sus manos, se enroscaba en sus dedos. Miró la foto de Pablo en su escritorio, el un extremo de la corbata la estaba rodeando; la foto de David ya no se podía ver, el otro extremo se había enrollado en ella totalmente.  

Y esa corbata, esa maldita corbata, enroscada, sofocante, humillante fue la que le hizo presionar la tecla: borrar, borrar, borrar. 

MMBC

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